Entrenando Corazones: Un Viaje de Disciplina y Gracia
Recuerdo que cuando cumplí 18 años y finalmente me senti me sentí liberado. No más toques de queda, no más rendición de cuentas, no más “no hagas eso” y, no más “porque yo lo digo”. Me sentí tan libre que no habia nada que se interponíera en el camino de cómo quería que fuera mi vida. Pero aunque me sentía libre, en realidad corría el mayor peligro que jamás había corrido en mi vida.
Consideren una oveja en un redil protegida de los lobos, versus una oveja en el campo abierto, presa ideal para los lobos. Creo que el mundo nos ha alimentado una idea falsa de libertad. Hay investigaciones poderosamente comprobadas que han explorado la necesidad de reglas en la vida de un niño. Aunque los niños tienden a rebelarse contra las autoridades a veces, la psicología nos dice que los niños tienen una sensación de seguridad cuando hay reglas que les impiden desarrollar plenamente su imaginación. Aunque brindan al niño un profundo estado emocional de seguridad, las reglas y la autoridad de la paternidad les enseñan normas y habilidades sociales, así como consecuencias, incluso aun cuando sus emociones muestran lo contrario, anelan límites en el fondo. Les da esa sensación de protección incluso a costa de no poder hacer lo que quieren. Les brinda seguridad y protección, al igual que un redil de ovejas, aunque restringir les brinda seguridad que les salva vidas.
Entonces, al ser adulta legal por primera vez, mi papá me dio la libertad que pensé que siempre quise. Fue en ese mismo año que caí profundamente en una serie de adicciones graves. Perdí todo control de mí misma y toqué fondo mentalmente. Ahora yo envidiaba los días en los que tenía toque de queda. Ahora las reglas valían mucho más la seguridad, la familia y la protección en la que me encontraba. Prefiero tener límites y que me digan que no, pero también experimentar confianza, amor y consideración que estar libre de reglas y perderme en el camino a seguir en la vida.
Ahora entiendo un poco mejor la historia del hijo pródigo en Lucas 15. Deseaba la libertad, pero lo que creía que era libertad acabó esclavizándole. La verdadera libertad está en la protección de las manos del Padre. Asimismo, pienso en escrituras como Mateo 18:8. Es mejor estar lisiado y restringido de esa manera que libre para ser en realidad esclavo del pecado y de la muerte eterna. La psicología lo demuestra sin reservas. El único entorno que permite a un niño prosperar y vivir tiene reglas. Puede que al niño no le gusten las reglas emocionalmente, pero son lo único que lo mantiene seguro y vivo.
Al mirar mi vida, necesito ver a Dios como el Padre considerado que es, un padre que no disciplina a su hijo es negligente y ausente. Lejos esté de Dios ser un Padre así y por alguna razón, nunca lo vi de esa manera, hasta que vi que la psicología comprobada se alineaba con los valores de la Biblia. Dios lo supo primero antes que cualquier psicólogo porque Dios nos hizo de esa manera. Nos hizo como ovejas para estar en un rebaño de ovejas con cerca, porque el Señor conoce los lobos feroces en la zona montañosa, aunque nosotros no los veamos.
Para terminar, no sólo veo que la Biblia y la psicología se unen, sino que mi vida también es un testimonio de ello. Me volví esclavizado al pecado y a las adicciones muy rápidamente cuando no tenía la autoridad de las reglas sobre mí. Ahora lucho por tener la perspectiva, de que no daría por sentados los privilegios y reglas que tengo en la casa de mi Padre Celestial como Su hija. Aunque mis emociones pueden rebelarse a veces, ahora sé que fuera de Su Casa se encuentra la muerte.
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